Contra la estupidez
Respuestas a las zonceras dichas por el compañero ex presidente José Mujica
En el número 680 del semanario Voces, semanario que en más de una ocasión ha sido claramente opositor y perjudicial para el Frente Amplio, y cuya cabeza visible, Hoenir Sarthou, participó en reuniones de la derecha fascista -aparentemente sin precaverse de ello, cómo en su momento mostró desde Brecha en un par de artículos Aníbal Corti- aparece una entrevista, larga, a José Mujica. A pesar de esos antecedentes adversos, esta entrevista es llevada adelante no cómo un periodista que interroga a personalidad pública, sino como un correligionario que da pié, de forma previamente concertada, a otro para que exponga sus posturas en diversos temas.
O dicho en criollo, la nota es una gran bajada de línea.
Y cubre muchísimos temas, desde la habilitación o no de ciertas personas, referidas como valiosas o inútiles, pasando por la política internacional, la lucha de clases, las políticas desarrollistas, y lo que comunmente se llama «feminismo y políticas de género».
Voy a concentrarme en este último aspecto, no porque sea más importante que los otros -ni menos-, sino porque me parece de muy mala voluntad, rastrera y malintencionada, lo que hace con el mismo.
Agenda de derechos
Mujica comienza poniendo bajo el paraguas de la llamada agenda de derechos al conjunto de las críticas que realizará. Y la promoción de las reivindicaciones feministas y de las reivindicaciones por formas de sexualidad y relacionamiento no hegemónicas de ningún modo son la misma cosa, por más que es frecuente hallar solidaridad entre las personas que sostenemos ambas posturas.
El feminismo es un movimiento que arranca desde el final del siglo XVIII, especialmente a través de Mary Wollenstoncraft, y que por lo tanto es anterior y antecedente necesario del socialismo, pero también del Amor Libre, y hasta de las reivindicaciones de sexualidad no hegemónica. Pero que esté en su origen histórico no significa que sean hoy lo mismo. Históricamente la Argentina es el origen de la historia del Uruguay, pero no somos hoy el mismo país.
Intentar unir ambos campos busca desdibujar sus peculiaridades, pero al mismo tiempo, busca hacer refuerzo del rechazo del «sentido común» hacia ambos. Y siempre se debe recordar a Gramsci que decía que el sentido común es el más reaccionario de los sentidos, porque es expresión de la ideología dominante, invisibilizada como algo aparentemente natural.
Así que comenzaré por indicar por separado críticas a uno y otro tema.
Feminismo, feminismos, y feminismo interseccional
Según los casos uno puede oír el término feminismo, que es válido para referirse a todo el movimiento de lucha contra la situación de opresión femenina y la búsqueda de la igualdad; o también el término plural, feminismos, con el que se está indicando que en el interior de tal movimiento coexisten ideologías, formas organizacionales, criterios de acción y muchas otras diferencias.
El feminismo es una cosas que es muchas cosas. Igual que el socialismo es un término que puede aplicarse en forma legítima tanto a socialdemócratas como a marxistas, anarquistas y otras posibles identidades ideológicas más precisas.
Buscar reducir la riqueza de los movimientos feministas a un sólo término implica la mala voluntad de querer juzgar al conjunto por alguna de sus partes para luego endilgar a todo el conjunto las críticas a esa parte. Sobre esto volveré luego.
Pero además ignora el concepto de feminismo interseccional, que justamente apunta al reconocimiento de que no es lo mismo el feminismo que lleva adelante una mujer blanca heterosexual europea, que el que lleva adelante una mujer mestiza queer y latinoamericana. Ni el de una trabajadora y el de una burguesa. Ni tantas otras variedades posibles.
Al plantear todo como si fuera lo mismo intencionalmente borra la interseccionalidad para hacer, como el antiguo estalinismo, una crítica al feminismo acusándolo de movimiento burgués.
Pero la crítica de Mujica lo que hace es jugar con la ambigüedad de un pensamiento impreciso. Y un pensamiento impreciso es propio de idiotas, de ignorantes o de malintencionados. Mujica no es ningún idiota, y sin duda no es tampoco un ignorante.
Por un lado le critica las formas de expresión, a las que tilda de «estridentes». Pero por otro lado radica la naturaleza de la lucha femenina en… la igualdad de salarios entre mujeres profesionales.
Nótese que primero elige como objetivo a los grupos feministas jóvenes que muchas veces están vinculados con posiciones anarquistas o de izquierda usualmente llamada radical, y luego elige como objetivo a los reclamos feministas de mujeres integradas a la judicatura, carrera que suelen seguir personas desde otro perfil ideológico, y cuyas carreras se desarrollan hasta otras etapas de su vida.
Mezcla todo, intentando hacer aparecer que todo es lo mismo. Y eso es claramente mala intención. Y una voluntad política de mentir.
El feminismo y las formas de sexualidad no hegemónicas como culpables de la reacción derechista
Es algo rayante en el peor gusto, propio de una obra de teatro basada en el absurdo o en el esperpento, que Mujica diga que la reacción de la derecha tiene que ver con la «estridencia» de los reclamos.
¡Justo él que fue dirigente del MLN-T! El grupo más estridente que recuerda la historia de los últimos 100 años en la política uruguaya. El grupo que dio la espalda a la acción política, que ignoró los avances populares en la formación de la Central de Trabajadores, el que dio el pretexto a la derecha para sacar a las Fuerzas Conjuntas (militares y policías unidos en la jerga de aquél tiempo) a reprimir al pueblo que se movilizaba legítimamente porque él y un puñado de imbéciles impacientes encabezados por el ridículo Sendic padre no tenían la visión para unirse a una lucha política, que iba a ser menos vistosa, que iba a ser más dura… pero sin duda más efectiva.
Recuérdese siempre que él llegó a presidente por el Frente Amplio que en otro tiempo los tupas tildaban de tímido y reformista.
Pero hagamos de cuenta que le concedemos el beneficio de la duda. Supongamos que él ve en elles formas de protesta que implicarían los mismos errores de su pasado. Pues entonces… hay que decir que no son de ningún modo lo mismo.
Ningún grupo feminista ni ningún grupo LGTBIQ+ en Uruguay ha robado armas, se ha organizado como un grupo clandestino, ha secuestrado embajadores, ha robado bancos, ha tomado una ciudad, se ha liado a tiros con las fuerzas públicas ni mucho menos ejecutó a un testigo accidental. Nada de todo eso.
Así que él debería reconocer que es posible hacer reclamos sociales sin necesidad del estúpido uso de la violencia, el único que sí, se convierte en el pretexto perfecto para la reacción de derecha. Cosa que él debe saber muy bien porque él fue uno de los que lo cometieron ese trágico error.
La naturalización de la injusticia
Mujica apela al que las cosas siempre fueron así, aunque dicho con otras palabras. Esto se llama falacia naturalista y consiste en decir que las cosas son (o fueron siempre, u otro contenido equivalente) de un cierto modo, y que por eso mismo es imposible que sean de otro modo.
Justamente si eso fuera aceptable, tendríamos que renunciar a luchar contra toda injusticia, porque en toda sociedad compleja siempre pueden señalarse situaciones de injusticia.
La falacia naturalista nos hace aceptar como verdadero lo que hoy en el mundo está imponiéndose. Pero lo que hay en el mundo se divide en lo que hay en el mundo en tanto mundo físico -por ejemplo la ley de gravedad- y lo que hay en el mundo como construcción cultural -por ejemplo la esclavitud. Hagamos un ejemplo absurdo.
Se puede afirmar que incluso hoy que en casi todo el mundo es ilegal, la esclavitud sigue existiendo. Entonces la esclavitud forma parte de la naturaleza de las cosas. Y si la esclavitud está en la naturaleza de las cosas, no tiene sentido luchar contra ella.
¿No les resulta repugnante es afirmación? ¡Por supuesto! O al menos es lo que espero de quiénes me leen. Así pues la constatación de injusticias de algún tipo, contra las mujeres o las formas de relacionamiento sexual no hegemónicas, de ningún modo puede utilizarse para justificar dichas injusticias. A menos que lo que se desee es ser un reaccionario de la peor especie.
O… ¿Alguien que busca un chivo expiatorio?. Sobre esto volveré luego.
¿Somos todos gays?
Los sectores más reaccionarios de las iglesias suelen decir que hay una intención de «homosexualizar» a los jóvenes. Disparate grande como una casa. Ahora bien… ¿hay alguna observación científica sobre el tema?
Pues la hay. Y desde hace décadas.
Albert Kinsey era un biólogo estadounidense que dirigió sus estudios hacia la sexualidad humana, un campo en que fue pionero. De sus estudio concluyó que la sexualidad humana no es una cuestión de posiciones fijas, al estilo homo/hetero, sino una escala de pasos en un gradiente, en la que todas las personas pueden hallarse en algún punto.
En un extremo ubica las personas que sólo tienen relaciones con personas de otro sexo. Luego aquellas que tienen relaciones con personas de otro sexo, pero sólo fantasías con el propio. Luego a quiénes tienen relaciones casi siemrpe con personas del otro sexo, pero ocasionalmente con personas del mismo. Después aparecen quiénes tienen por igual relaciones con personas de uno y otro sexo. Y luego sigue el mismo degradé en sentido inverso.
Las investigaciones de decenas de miles de casos, continuadas tras su muerte por el Instituto Kinsey durante décadas muestran que prácticamente nadie está ni en el extremo totalmente heterosexual ni totalmente homosexual de la gráfica.
Vale decir, que en la práctica todos los humanos tenemos fantasías o relaciones con personas tanto del propio como del sexo ajeno, si la revisión se realiza con profundidad.
Eso no es opinable. Es una investigación científica perfectamente controlada. Decir que eso no es así, es como decir que la tierra es plana o que el mundo se construyó en seis días, por un viejito barbudo que le daba vida a muñecos de barro.
El bello Alcibíades y Cayo Julio César
Julio César, conquistador de la Galia, vencedor sobre Pompeyo, era un político y militar romano del que se decía que era «el amante de todas las esposas y la esposa de todos los amantes» en alusión a su muy romana inclinación a no elegir en base a la anatomía con quién prefería disfrutar sexualmente. Mujica lo confunde con el bello Alcibíades, militar y político griego, uno de los jóvenes efebos que supo ser amante de Sócrates, y por cierto, uno de los tantos traidores que la historia griega recuerda.
Pues bien, que la memoria traicione a un señor de 80 y algún año no es para hacer leña del árbol caído. Pero lo señalo porque muestra como, claramente, en el mundo clásico greco romano no había la imposición de una heteronorma, esto es de una obligatoriedad de disfrutar con gente con la anatomía biológica identificada como contraria. Pero tampoco entre los sumerios ni los egipcios, que son los pueblos en la base de todo lo que nosotros identificamos como nuestra civilización. Y en definitiva hasta el monoteísmo, presuntamente judío, no es sino una invención egipcia luego distorsionada por gente menos imaginativa que su creador el faraón Ajenatón. Ah… el nombre Moisés, no es sino el muy egipcio nombre Ahmosé, y Ajenatón era de la familia de los Ahmósidas.
Lo que importa de esto es que la tajante proscripción de la homosexualidad ni siquiera proviene del cristianismo medieval, tiempo en que estaba prohibido pero todo el mundo miraba para otro lado, sino de los siglos más recientes, desde fines del siglo XVIII en adelante, como forma de establecer un control político sobre los cuerpos, como parte del acceso al poder de las en ese momento, desafiantes burguesías.
Cuando en 1917 los bolcheviques derrocaron a las burguesía y comenzaron el primer estado socialista, en un primer momento todas las formas de expresión sexual gozaron de idéntico respaldo y libertad. Incluso a impulsos de Alexandra Kollontai, bolchevique y la primer mujer en ser ministra en ningún país del mundo, se derogó el matrimonio legal, habilitando la plena expresión del amor libre.
Pero luego, las fuerzas reaccionarias dentro del propio movimiento revolucionario se asustaron. El matrimonio legal fue reinstalado, y distintas leyes persiguieron a las prácticas no heterosexuales acusándolas de desviaciones burguesas y tildándolas de crímenes contra el socialismo. Tales cosas no pueden ser olvidadas por quiénes admiramos a la URSS, ya que es necesario ver también las cosas horribles que en ella se hicieron, cómo una forma de tener una reivindicación auténtica de lo mucho bueno que allí existió.
La penetración de una mentalidad positivista dentro de las capas más altas de el Partido, se evidencia desde antes del triunfo incluso, en el impresentable y paupérrimo Materialismo y Empirocriticismo, del propio Lenin. que instauraría una gnoseología positivista en en seno de una teoría revolucionaria dialéctica.
Y el positivismo es un enemigo fundamental de la dialéctica, caracterizado por una visión lineal de la historia. Y la historia es cualquier cosa excepto lineal. Y aunque no es asunto de este artículo, adelanto que esa gnoseología positivista es a mi ver uno de los virus teóricos que terminarían produciendo el fracaso de la URSS. Y la homofobia palpitante en la Rusia actual, y en buena medida su exportación a la revolución cubana.
¿Hay algo más importante que el sexo? No.
Hay formas de hacer política que toman su origen de algún tipo de idea, principio, o sentido general. En tanto se basan en contenidos mentales, decimos que son idealistas. Creen que los cambios sociales pueden devenir de una cierta concepción mental. Algunos hasta han creído que las ideas tienen existencia en sí.
Otros sostenemos que las cosas que realmente cambian la historia, y en base a las que hay que hacer política no son ideas, sino realidades materiales. Somos los materialistas.
En tal sentido Marx y Engels estudiaron la forma en que ocurre el trabajo en las sociedades industriales, mostrando cómo la relación entre trabajadores y burgueses está determinada por los lugares que cada uno de ellos con respecto al trabajo, y cómo también, esto determina la inevitable lucha de clases, y el proceso histórico en su conjunto. Hablaban de que lo principal era las condiciones de producción y reproducción de la vida.
La base última de la producción de la vida no es otra que el sexo biológico. Pero en forma idéntica a lo que ocurre con las condiciones de producción del trabajo, todo ello ocurre recubierto por indecibles capas de contenidos superestructurales, eso que llamamos, cultura.
Nótese cómo a nivel cultural hay una justificación para que alguien que es un explotador de sus trabajadores pueda legalmente quedarse con lo que se apropia del trabajo de ellos, y que las relaciones sociales de fuerza se transfieran a las modificaciones de precios de las mercaderías, en el procesos que lleva a las mismas ser cómo si fuesen objetos animados que suben y bajan; mientras que las personas que trabajan, se transforman en mano de obra y horas hombre, conceptos impersonales, cuál si fuese de cosas que estamos hablando.
Igualmente, el recubrimiento cultural está ahí para determinar la forma en que ocurrirá la reproducción, ese evento del sexo biológico. En etapas históricas en las que la mortalidad infantil era enorme, y en que la mitad de las mujeres moría en su embarazo, parto o por las consecuencias del mismo, obviamente el objetivo central era que se maximizase el número de embarazos y nacimientos, para que hubiesen más trabajadores. Pero al igual que en materia de producción, no consiste todo el arreglo social en que halla solamente gente produciendo alimentos, sino que diversos roles son necesarios, como la distribución, la seguridad, el registro de lo producido y el sostén del sistema ideológico vigente. Esto es, que se necesite un máximo de trabajadores en tales sociedades no implicaba que todos fuesen campesinos.
Actualmente existe una sociedad en la que los niveles de frustración y ansiedad son tales, que es necesario liberar formas del placer personal para compensar, y de ahí la profusión de las formas del entretenimiento, de música pasatista, de teleteatros, de reality shows, y por supuesto, de violentísimos deportes. Mucha gente se pregunta si vale la pena vivir en un mundo así, y algunos responden que no. Yo tengo la convicción de que sí vale la pena, pero no dejo de observar todo el cuadro.
Y en este cuadro la sociedad dominante diseñó un modelo de control de lo sexual, centrado en la heterosexualidad, esto es en la medicalización de lo sexual, susceptible de detectar, señalar y corregir a los practicantes defectuosos de la misma. Esto estuvo en su apogeo y vigor durante los años de expansión de las sociedades industriales en occidente. Pero si miramos todo el mundo, veremos que aún es dominante en casi todo el mundo. Nosotros somos una de las islas que han avanzado por fuera de esa sociedad de control.
Porque el modelo imperante obliga a un tipo y sólo un tipo de práctica sexual -y sería asunto de otro artículo analizar exactamente cuál es ese tipo de práctica obligatoria- práctica que define espacios de lo público y lo privado. Y desde ahí se constituye en la base del desear. Ese desear está determinado por la producción de contenidos superestructurales, que ocurren en condiciones de explotación en casi todos los casos masivos: la pornografía, que se constituye en la condición performativa del goce.
La comprensión de esta situación implica que sólo mediante la supresión de las formas de la sexualidad medicalizada (las concepciones homo, hetero y bi) y su sustitución por una comprensión revolucionaria del lo sexual, cómo deseo, orientación e identidad, puede desmontarse definitivamente el complejo superestructural que se cimienta en el deseo impuesto y desde ahí, eliminar las formas de la familia tradicional, para trascenderlas y que los humanes seamos libres de amar y cojer con quienes prefiriésemos, y organizarnos en cualquier tipo de familia, si deseamos una.
Y sin esa revolución simultánea de las formas de organización básica y de ser, las formas de revolución en la propiedad de los medios de producción terminan revirtiendo, por lo incompleto del proceso. Es imperativo llegar hasta una transformación radical de todo.
Por eso, al minimizar lo sexual, una vez más, Mujica no entiende nada, o hace cómo si no lo entendiese. Y en este tema, creo que no lo entiende.
El Rol de la mujer
Por eso no ve en las reivindicaciones que superan la división sexista entre identidades fijas, biologicistas y antagónicas, sino una zoncera. Pero al no ver lo que realmente son, entra en una espiral de pensamiento reaccionario, según el cuál pueden darse dos formulaciones.
Una formulación liberal, en la que la sexualidad es meramente un asunto privado de cada uno, y por lo tanto en cuánto tal queda librado a la acción de cada quién sin participación de la cosa pública. Tal tipo de concepción lo que hace es terminar determinando que las formas de sexualidad dominantes se impongan a través de los medios, de las iglesias. El discurso liberal se muestra otra vez cómo lo que es, un discurso que garantiza el poder de los poderosos en tanto detentadores de los bienes, y con una concepción individualista de libertad, que termina significando la opresión de las personas.
O una formulación autoritaria, en la que la sexualidad es un deber del individuo hacia el colectivo, y que por lo tanto queda determinado por la voluntad del aparato de estado, de la iglesia o del poder médico. Tal tipo de concepción conduce al ghetto, a la tolerancia mera de lo distinto, siempre a la espera del castigo eterno de la peor eternidad: el presente presentado como inalterable en su intratable clausura del deseo de lo herético.
Cualquiera de las dos formulaciones al cerrar el paso a las sexualidades no hegemónicas conducen a la imposición de una sexualidad hegemónica, que para funcionar necesita de un criterio sexista, y de roles bien definidos de la mujer y el hombre.
Y justamente Mujica en su discurso entroniza en la subordinación el rol de la mujer. La mujer es siempre madre y el valor de sus reclamos está dado desde su condición de tal, al modo de los reclamos de caridad. Y al hombre, a quién se representa como un inútil (que no sabe dónde está su camisa) en realidad se lo ubica en el lugar del poder: el Señor no tiene porqué saber el lugar de sus necesidades menores que serán subsanadas por las siervas a su servicio. Cómo un amo que juega al esclavo, el hombre goza fingiendo una subordinación que fija su entronización en el goce.
Chivo expiatorio y bajada de línea
Pero cómo dijimos desde un principio, esta es una nota realizada no por un periodista, sino por un amanuense y correligionario, que lo que quiere es que Mujica luzca bien.
Para ello lo que hace es hallar un Chivo Expiatorio.
Lo que dice entre líneas en la parte de la nota que estamos analizando es que son las feministas y los grupos LGTBIQ+ los que han hecho fracasar al Frente Amplio. Justamente al igual que el hombre violento que dice que si golpea a la mujer lo hace porque ella lo provoca.
Y no me voy aquí a poner a apuntar las causas que creo ciertas de tal fracaso, ya que eso es asunto de otro artículo.
¿Queda algo que pueda rescatarse de esta diatriba? ¿Algo de un anhelo de libertad, justicia, igualdad, felicidad?
Nada.
Esta es una penosa serie de declaraciones que simplemente apoya la opresión, la violencia y la continuidad del mismo mundo injusto en que se vive.
Aunque finge en algún momento ir en contra de las verdades únicas, se maneja desde ellas ya que las mismas no son sino una imposición de la globalización neoliberal, que ha internalizado e incorporado a su discurso, que carece de dimensión dialéctica, de intención revolucionaria, o tan siquiera de un mínimo de empatía por los oprimidos.
Para terminar voy a citar la frase del poeta alemán Friedrich Schiller popularizada por el escritor estadounidense Isaac Asimov: “contra la estupidez humana, los propios dioses luchan en vano”.
Guillermo Uria
Parque del Plata, Canelones
21 de diciembre de 2019