Mamuts y galeones

No quiero dejar que se me escape el mes de octubre sin hablar de lo que podríamos llamar el descubrimiento de América. Me refiero a la primera vez que llegó gente desde el «viejo mundo» a esta masa continua de tierras que hoy en día llamamos América Llamemosla provisoriamente, el «nuevo mundo».

Como decía, un día alguien llegó. Y quién llegó, llegó buscando bienes, sin saber que había llegado a otro lugar.

En realidad no tenían una idea de la geografía. Estoy hablando de personas tan humanas como usted y yo, pero que vivían todavía en lo que solemos llamar groseramente Edad de Piedra. Según los conocimientos recientes de arqueología, los humanos llegaron al Nuevo mundo en algún momento, por el puente de Beringia, o sea la unión de este continente con Asia, que en periodos de glaciación se puede transitar en el norte. Podrían haber llegado también humanos desde otros lugares, pero eso no sería nunca el primer caso de humanos que llegaban.

Parece bastante claro que esos humanos recién llegados, atrás de algún tipo de caza o pesca, se habrían esparcido con bastante velocidad por todo el continente, y se habrían diferenciado en distintos pueblos, con distintas hablas e idiomas. No fueron un solo grupo sino que varias oleadas sucesivas fueron entrando en estas tierras.

Ahora bien ¿qué sentido tiene la palabra descubrir?

Cuándo descubrimos algo estamos diciendo que había algo oculto qué pasa a ser revelado. Un continente nunca es algo oculto siempre está ahí dispuesto a ser visto por cualquiera que lo mire.

Cuando hablamos del descubrimiento de una isla, de un río, de una montaña, de un continente, de lo que estamos hablando es de que existe algún grupo hablante que no conocía esa existencia y que ahora pasa a conocerlo.

Pero para que podamos conocer algo como distinto de lo anterior, tenemos que tener previamente la noción de diferencia entre lo anterior y lo posterior.

Nadie puede saberlo a ciencia cierta pero esos primeros grupos humanos que llegaron al nuevo mundo, seguramente no notaban estar adentrándose en un lugar diferente. Frío, hielo, más o menos la misma fauna, más o menos la misma flora. Cuando los glaciares se retiran y quedan aislados tampoco tuvieron la noción de estar en un lugar diferente porque esa noción necesita del desarrollo de la concepción de la existencia de espacios geográficos.

Sin embargo los espacios geográficos ya existían antes de que le pusiéramos nombres. Pero sin esos nombres, y por lo tanto sin los conceptos a los que los nombres aluden, lo que no existe es un descubrimiento.

Simplemente hay una constancia.

De igual modo que el trabajador qué es explotado sabe que no la está pasando bien y que su explotador, por el contrario, vive mucho mejor que él, aunque no puede explicar cómo eso funciona, los que llegaron por primera vez a estas tierras no tenían la concepción de de haber descubierto algo.

Esta solo surge de la construcción ideológica de los espacios geográficos. Porque los espacios geográficos también tienen una carga ideológica.

Cuando los trabajadores pudieron entender los conceptos referentes a la explotación a la plusvalía y a la necesidad de rebelarse, se revela la naturaleza de las relaciones de dominio. Antes de eso habían existido muchísima rebeliones, asistidas por ideologías religiosas las más de las veces, pero tristemente solían ser movimientos ciegos, mudos e idiotas.

Solo cuando el desarrollo colectivo de los conceptos permite entender la naturaleza revolucionaria del cambio, y de la necesidad de la lucha de clases para que ese cambio ocurra, es que el desenvolvimiento de la humanidad alcanza el estadio actual.

Y este estadio nos conduce a pensar los espacios geográficos como algo dado, como algo que siempre fue lo mismo. Y acá no estoy hablando de la historia geológica de la Tierra, ya que estoy hablando en una escala de tiempo en la cual groseramente podríamos decir que el espacio físico que habitamos ya era el mismo.

Estoy hablando de que tiene que existir una concepción, una creación ideológica que permita apropiarse del espacio para poder descubrirlo, y en el acto de descubrir convierte a unos en descubridores y a otros en entes cubiertos, los descubiertos.

El discurso del descubrimiento siempre es un discurso eurocéntrico por lo tanto, y un discurso que implica y reafirma las relaciones de dominio.

Cómo sustituir tal cosa, seguramente debería ser asunto de alguna otra reflexión.

Contra la estupidez

Contra la estupidez

Respuestas a las zonceras dichas por el compañero ex presidente José Mujica

En el número 680 del semanario Voces, semanario que en más de una ocasión ha sido claramente opositor y perjudicial para el Frente Amplio, y cuya cabeza visible, Hoenir Sarthou, participó en reuniones de la derecha fascista -aparentemente sin precaverse de ello, cómo en su momento mostró desde Brecha en un par de artículos Aníbal Corti- aparece una entrevista, larga, a José Mujica. A pesar de esos antecedentes adversos, esta entrevista es llevada adelante no cómo un periodista que interroga a personalidad pública, sino como un correligionario que da pié, de forma previamente concertada, a otro para que exponga sus posturas en diversos temas.

O dicho en criollo, la nota es una gran bajada de línea.

Y cubre muchísimos temas, desde la habilitación o no de ciertas personas, referidas como valiosas o inútiles, pasando por la política internacional, la lucha de clases, las políticas desarrollistas, y lo que comunmente se llama «feminismo y políticas de género».

Voy a concentrarme en este último aspecto, no porque sea más importante que los otros -ni menos-, sino porque me parece de muy mala voluntad, rastrera y malintencionada, lo que hace con el mismo.

Agenda de derechos

Mujica comienza poniendo bajo el paraguas de la llamada agenda1 de derechos al conjunto de las críticas que realizará. Y la promoción de las reivindicaciones feministas y de las reivindicaciones por formas de sexualidad y relacionamiento no hegemónicas de ningún modo son la misma cosa, por más que es frecuente hallar solidaridad entre las personas que sostenemos ambas posturas.

El feminismo es un movimiento que arranca desde el final del siglo XVIII, especialmente a través de Mary Wollenstoncraft, y que por lo tanto es anterior y antecedente necesario del socialismo, pero también del Amor Libre, y hasta de las reivindicaciones de sexualidad no hegemónica. Pero que esté en su origen histórico no significa que sean hoy lo mismo. Históricamente la Argentina es el origen de la historia del Uruguay, pero no somos hoy el mismo país.

Intentar unir ambos campos busca desdibujar sus peculiaridades, pero al mismo tiempo, busca hacer refuerzo del rechazo del «sentido común» hacia ambos. Y siempre se debe recordar a Gramsci que decía que el sentido común es el más reaccionario de los sentidos, porque es expresión de la ideología dominante, invisibilizada como algo aparentemente natural.

Así que comenzaré por indicar por separado críticas a uno y otro tema.

Feminismo, feminismos, y feminismo interseccional

Según los casos uno puede oír el término feminismo, que es válido para referirse a todo el movimiento de lucha contra la situación de opresión femenina y la búsqueda de la igualdad; o también el término plural, feminismos, con el que se está indicando que en el interior de tal movimiento coexisten ideologías, formas organizacionales, criterios de acción y muchas otras diferencias.

El feminismo es una cosas que es muchas cosas. Igual que el socialismo es un término que puede aplicarse en forma legítima tanto a socialdemócratas como a marxistas, anarquistas y otras posibles identidades ideológicas más precisas.

Buscar reducir la riqueza de los movimientos feministas a un sólo término implica la mala voluntad de querer juzgar al conjunto por alguna de sus partes para luego endilgar a todo el conjunto las críticas a esa parte. Sobre esto volveré luego.

Pero además ignora el concepto de feminismo interseccional, que justamente apunta al reconocimiento de que no es lo mismo el feminismo que lleva adelante una mujer blanca heterosexual europea, que el que lleva adelante una mujer mestiza queer y latinoamericana. Ni el de una trabajadora y el de una burguesa. Ni tantas otras variedades posibles.

Al plantear todo como si fuera lo mismo intencionalmente borra la interseccionalidad para hacer, como el antiguo estalinismo, una crítica al feminismo acusándolo de movimiento burgués.

Pero la crítica de Mujica lo que hace es jugar con la ambigüedad de un pensamiento impreciso. Y un pensamiento impreciso es propio de idiotas, de ignorantes o de malintencionados. Mujica no es ningún idiota, y sin duda no es tampoco un ignorante.

Por un lado le critica las formas de expresión, a las que tilda de «estridentes». Pero por otro lado radica la naturaleza de la lucha femenina en… la igualdad de salarios entre mujeres profesionales.

Nótese que primero elige como objetivo a los grupos feministas jóvenes que muchas veces están vinculados con posiciones anarquistas o de izquierda usualmente llamada radical, y luego elige como objetivo a los reclamos feministas de mujeres integradas a la judicatura, carrera que suelen seguir personas desde otro perfil ideológico, y cuyas carreras se desarrollan hasta otras etapas de su vida.

Mezcla todo, intentando hacer aparecer que todo es lo mismo. Y eso es claramente mala intención. Y una voluntad política de mentir.

El feminismo y las formas de sexualidad no hegemónicas como culpables de la reacción derechista

Es algo rayante en el peor gusto, propio de una obra de teatro basada en el absurdo o en el esperpento, que Mujica diga que la reacción de la derecha tiene que ver con la «estridencia» de los reclamos.

¡Justo él que fue dirigente del MLN-T! El grupo más estridente que recuerda la historia de los últimos 100 años en la política uruguaya. El grupo que dio la espalda a la acción política, que ignoró los avances populares en la formación de la Central de Trabajadores, el que dio el pretexto a la derecha para sacar a las Fuerzas Conjuntas (militares y policías unidos en la jerga de aquél tiempo) a reprimir al pueblo que se movilizaba legítimamente porque él y un puñado de imbéciles impacientes encabezados por el ridículo Sendic padre no tenían la visión para unirse a una lucha política, que iba a ser menos vistosa, que iba a ser más dura… pero sin duda más efectiva.

Recuérdese siempre que él llegó a presidente por el Frente Amplio que en otro tiempo los tupas tildaban de tímido y reformista.

Pero hagamos de cuenta que le concedemos el beneficio de la duda. Supongamos que él ve en elles formas de protesta que implicarían los mismos errores de su pasado. Pues entonces… hay que decir que no son de ningún modo lo mismo.

Ningún grupo feminista ni ningún grupo LGTBIQ+ en Uruguay ha robado armas, se ha organizado como un grupo clandestino, ha secuestrado embajadores, ha robado bancos, ha tomado una ciudad, se ha liado a tiros con las fuerzas públicas ni mucho menos ejecutó a un testigo accidental. Nada de todo eso.

Así que él debería reconocer que es posible hacer reclamos sociales sin necesidad del estúpido uso de la violencia, el único que sí, se convierte en el pretexto perfecto para la reacción de derecha. Cosa que él debe saber muy bien porque él fue uno de los que lo cometieron ese trágico error.

La naturalización de la injusticia

Mujica apela al que las cosas siempre fueron así, aunque dicho con otras palabras. Esto se llama falacia naturalista y consiste en decir que las cosas son (o fueron siempre, u otro contenido equivalente) de un cierto modo, y que por eso mismo es imposible que sean de otro modo.

Justamente si eso fuera aceptable, tendríamos que renunciar a luchar contra toda injusticia, porque en toda sociedad compleja siempre pueden señalarse situaciones de injusticia.

La falacia naturalista nos hace aceptar como verdadero lo que hoy en el mundo está imponiéndose. Pero lo que hay en el mundo se divide en lo que hay en el mundo en tanto mundo físico -por ejemplo la ley de gravedad- y lo que hay en el mundo como construcción cultural -por ejemplo la esclavitud. Hagamos un ejemplo absurdo.

Se puede afirmar que incluso hoy que en casi todo el mundo es ilegal, la esclavitud sigue existiendo. Entonces la esclavitud forma parte de la naturaleza de las cosas. Y si la esclavitud está en la naturaleza de las cosas, no tiene sentido luchar contra ella.

¿No les resulta repugnante es afirmación? ¡Por supuesto! O al menos es lo que espero de quiénes me leen. Así pues la constatación de injusticias de algún tipo, contra las mujeres o las formas de relacionamiento sexual no hegemónicas, de ningún modo puede utilizarse para justificar dichas injusticias. A menos que lo que se desee es ser un reaccionario de la peor especie.

O… ¿Alguien que busca un chivo expiatorio?. Sobre esto volveré luego.

¿Somos todos gays?

Los sectores más reaccionarios de las iglesias suelen decir que hay una intención de «homosexualizar» a los jóvenes. Disparate grande como una casa. Ahora bien… ¿hay alguna observación científica sobre el tema?

Pues la hay. Y desde hace décadas.

Albert Kinsey era un biólogo estadounidense que dirigió sus estudios hacia la sexualidad humana, un campo en que fue pionero. De sus estudio concluyó que la sexualidad humana no es una cuestión de posiciones fijas, al estilo homo/hetero, sino una escala de pasos en un gradiente, en la que todas las personas pueden hallarse en algún punto.

En un extremo ubica las personas que sólo tienen relaciones con personas de otro sexo. Luego aquellas que tienen relaciones con personas de otro sexo, pero sólo fantasías con el propio. Luego a quiénes tienen relaciones casi siemrpe con personas del otro sexo, pero ocasionalmente con personas del mismo. Después aparecen quiénes tienen por igual relaciones con personas de uno y otro sexo. Y luego sigue el mismo degradé en sentido inverso.

Las investigaciones de decenas de miles de casos, continuadas tras su muerte por el Instituto Kinsey durante décadas muestran que prácticamente nadie está ni en el extremo totalmente heterosexual ni totalmente homosexual de la gráfica.

Vale decir, que en la práctica todos los humanos tenemos fantasías o relaciones con personas tanto del propio como del sexo ajeno, si la revisión se realiza con profundidad.

Eso no es opinable. Es una investigación científica perfectamente controlada. Decir que eso no es así, es como decir que la tierra es plana o que el mundo se construyó en seis días, por un viejito barbudo que le daba vida a muñecos de barro.

El bello Alcibíades y Cayo Julio César

Julio César, conquistador de la Galia, vencedor sobre Pompeyo, era un político y militar romano del que se decía que era «el amante de todas las esposas y la esposa de todos los amantes» en alusión a su muy romana inclinación a no elegir en base a la anatomía con quién prefería disfrutar sexualmente. Mujica lo confunde con el bello Alcibíades, militar y político griego, uno de los jóvenes efebos que supo ser amante de Sócrates, y por cierto, uno de los tantos traidores que la historia griega recuerda.

Pues bien, que la memoria traicione a un señor de 80 y algún año no es para hacer leña del árbol caído. Pero lo señalo porque muestra como, claramente, en el mundo clásico greco romano no había la imposición de una heteronorma, esto es de una obligatoriedad de disfrutar con gente con la anatomía biológica identificada como contraria. Pero tampoco entre los sumerios ni los egipcios, que son los pueblos en la base de todo lo que nosotros identificamos como nuestra civilización. Y en definitiva hasta el monoteísmo, presuntamente judío, no es sino una invención egipcia luego distorsionada por gente menos imaginativa que su creador el faraón Ajenatón. Ah… el nombre Moisés, no es sino el muy egipcio nombre Ahmosé, y Ajenatón era de la familia de los Ahmósidas.

Lo que importa de esto es que la tajante proscripción de la homosexualidad ni siquiera proviene del cristianismo medieval, tiempo en que estaba prohibido pero todo el mundo miraba para otro lado, sino de los siglos más recientes, desde fines del siglo XVIII en adelante, como forma de establecer un control político sobre los cuerpos, como parte del acceso al poder de las en ese momento, desafiantes burguesías.

Cuando en 1917 los bolcheviques derrocaron a las burguesía y comenzaron el primer estado socialista, en un primer momento todas las formas de expresión sexual gozaron de idéntico respaldo y libertad. Incluso a impulsos de Alexandra Kollontai, bolchevique y la primer mujer en ser ministra en ningún país del mundo, se derogó el matrimonio legal, habilitando la plena expresión del amor libre.

Pero luego, las fuerzas reaccionarias dentro del propio movimiento revolucionario se asustaron. El matrimonio legal fue reinstalado, y distintas leyes persiguieron a las prácticas no heterosexuales acusándolas de desviaciones burguesas y tildándolas de crímenes contra el socialismo. Tales cosas no pueden ser olvidadas por quiénes admiramos a la URSS, ya que es necesario ver también las cosas horribles que en ella se hicieron, cómo una forma de tener una reivindicación auténtica de lo mucho bueno que allí existió.

La penetración de una mentalidad positivista dentro de las capas más altas de el Partido, se evidencia desde antes del triunfo incluso, en el impresentable y paupérrimo Materialismo y Empirocriticismo, del propio Lenin. que instauraría una gnoseología positivista en en seno de una teoría revolucionaria dialéctica.

Y el positivismo es un enemigo fundamental de la dialéctica, caracterizado por una visión lineal de la historia. Y la historia es cualquier cosa excepto lineal. Y aunque no es asunto de este artículo, adelanto que esa gnoseología positivista es a mi ver uno de los virus teóricos que terminarían produciendo el fracaso de la URSS. Y la homofobia palpitante en la Rusia actual, y en buena medida su exportación a la revolución cubana.

¿Hay algo más importante que el sexo? No.

Hay formas de hacer política que toman su origen de algún tipo de idea, principio, o sentido general. En tanto se basan en contenidos mentales, decimos que son idealistas. Creen que los cambios sociales pueden devenir de una cierta concepción mental. Algunos hasta han creído que las ideas tienen existencia en sí.

Otros sostenemos que las cosas que realmente cambian la historia, y en base a las que hay que hacer política no son ideas, sino realidades materiales. Somos los materialistas.

En tal sentido Marx y Engels estudiaron la forma en que ocurre el trabajo en las sociedades industriales, mostrando cómo la relación entre trabajadores y burgueses está determinada por los lugares que cada uno de ellos con respecto al trabajo, y cómo también, esto determina la inevitable lucha de clases, y el proceso histórico en su conjunto. Hablaban de que lo principal era las condiciones de producción y reproducción de la vida.

La base última de la producción de la vida no es otra que el sexo biológico. Pero en forma idéntica a lo que ocurre con las condiciones de producción del trabajo, todo ello ocurre recubierto por indecibles capas de contenidos superestructurales, eso que llamamos, cultura.

Nótese cómo a nivel cultural hay una justificación para que alguien que es un explotador de sus trabajadores pueda legalmente quedarse con lo que se apropia del trabajo de ellos, y que las relaciones sociales de fuerza se transfieran a las modificaciones de precios de las mercaderías, en el procesos que lleva a las mismas ser cómo si fuesen objetos animados que suben y bajan; mientras que las personas que trabajan, se transforman en mano de obra y horas hombre, conceptos impersonales, cuál si fuese de cosas que estamos hablando.

Igualmente, el recubrimiento cultural está ahí para determinar la forma en que ocurrirá la reproducción, ese evento del sexo biológico. En etapas históricas en las que la mortalidad infantil era enorme, y en que la mitad de las mujeres moría en su embarazo, parto o por las consecuencias del mismo, obviamente el objetivo central era que se maximizase el número de embarazos y nacimientos, para que hubiesen más trabajadores. Pero al igual que en materia de producción, no consiste todo el arreglo social en que halla solamente gente produciendo alimentos, sino que diversos roles son necesarios, como la distribución, la seguridad, el registro de lo producido y el sostén del sistema ideológico vigente. Esto es, que se necesite un máximo de trabajadores en tales sociedades no implicaba que todos fuesen campesinos.

Actualmente existe una sociedad en la que los niveles de frustración y ansiedad son tales, que es necesario liberar formas del placer personal para compensar, y de ahí la profusión de las formas del entretenimiento, de música pasatista, de teleteatros, de reality shows, y por supuesto, de violentísimos deportes. Mucha gente se pregunta si vale la pena vivir en un mundo así, y algunos responden que no. Yo tengo la convicción de que sí vale la pena, pero no dejo de observar todo el cuadro.

Y en este cuadro la sociedad dominante diseñó un modelo de control de lo sexual, centrado en la heterosexualidad, esto es en la medicalización de lo sexual, susceptible de detectar, señalar y corregir a los practicantes defectuosos de la misma. Esto estuvo en su apogeo y vigor durante los años de expansión de las sociedades industriales en occidente. Pero si miramos todo el mundo, veremos que aún es dominante en casi todo el mundo. Nosotros somos una de las islas que han avanzado por fuera de esa sociedad de control.

Porque el modelo imperante obliga a un tipo y sólo un tipo de práctica sexual -y sería asunto de otro artículo analizar exactamente cuál es ese tipo de práctica obligatoria- práctica que define espacios de lo público y lo privado. Y desde ahí se constituye en la base del desear. Ese desear está determinado por la producción de contenidos superestructurales, que ocurren en condiciones de explotación en casi todos los casos masivos: la pornografía, que se constituye en la condición performativa del goce.

La comprensión de esta situación implica que sólo mediante la supresión de las formas de la sexualidad medicalizada (las concepciones homo, hetero y bi) y su sustitución por una comprensión revolucionaria del lo sexual, cómo deseo, orientación e identidad, puede desmontarse definitivamente el complejo superestructural que se cimienta en el deseo impuesto y desde ahí, eliminar las formas de la familia tradicional, para trascenderlas y que los humanes seamos libres de amar y cojer con quienes prefiriésemos, y organizarnos en cualquier tipo de familia, si deseamos una.

Y sin esa revolución simultánea de las formas de organización básica y de ser, las formas de revolución en la propiedad de los medios de producción terminan revirtiendo, por lo incompleto del proceso. Es imperativo llegar hasta una transformación radical de todo.

Por eso, al minimizar lo sexual, una vez más, Mujica no entiende nada, o hace cómo si no lo entendiese. Y en este tema, creo que no lo entiende.

El Rol de la mujer

Por eso no ve en las reivindicaciones que superan la división sexista entre identidades fijas, biologicistas y antagónicas, sino una zoncera. Pero al no ver lo que realmente son, entra en una espiral de pensamiento reaccionario, según el cuál pueden darse dos formulaciones.

Una formulación liberal, en la que la sexualidad es meramente un asunto privado de cada uno, y por lo tanto en cuánto tal queda librado a la acción de cada quién sin participación de la cosa pública. Tal tipo de concepción lo que hace es terminar determinando que las formas de sexualidad dominantes se impongan a través de los medios, de las iglesias. El discurso liberal se muestra otra vez cómo lo que es, un discurso que garantiza el poder de los poderosos en tanto detentadores de los bienes, y con una concepción individualista de libertad, que termina significando la opresión de las personas.

O una formulación autoritaria, en la que la sexualidad es un deber del individuo hacia el colectivo, y que por lo tanto queda determinado por la voluntad del aparato de estado, de la iglesia o del poder médico. Tal tipo de concepción conduce al ghetto, a la tolerancia mera de lo distinto, siempre a la espera del castigo eterno de la peor eternidad: el presente presentado como inalterable en su intratable clausura del deseo de lo herético.

Cualquiera de las dos formulaciones al cerrar el paso a las sexualidades no hegemónicas conducen a la imposición de una sexualidad hegemónica, que para funcionar necesita de un criterio sexista, y de roles bien definidos de la mujer y el hombre.

Y justamente Mujica en su discurso entroniza en la subordinación el rol de la mujer. La mujer es siempre madre y el valor de sus reclamos está dado desde su condición de tal, al modo de los reclamos de caridad. Y al hombre, a quién se representa como un inútil (que no sabe dónde está su camisa) en realidad se lo ubica en el lugar del poder: el Señor no tiene porqué saber el lugar de sus necesidades menores que serán subsanadas por las siervas a su servicio. Cómo un amo que juega al esclavo, el hombre goza fingiendo una subordinación que fija su entronización en el goce.

Chivo expiatorio y bajada de línea

Pero cómo dijimos desde un principio, esta es una nota realizada no por un periodista, sino por un amanuense y correligionario, que lo que quiere es que Mujica luzca bien.

Para ello lo que hace es hallar un Chivo Expiatorio.

Lo que dice entre líneas en la parte de la nota que estamos analizando es que son las feministas y los grupos LGTBIQ+ los que han hecho fracasar al Frente Amplio. Justamente al igual que el hombre violento que dice que si golpea a la mujer lo hace porque ella lo provoca.

Y no me voy aquí a poner a apuntar las causas que creo ciertas de tal fracaso, ya que eso es asunto de otro artículo.

¿Queda algo que pueda rescatarse de esta diatriba? ¿Algo de un anhelo de libertad, justicia, igualdad, felicidad?

Nada.

Esta es una penosa serie de declaraciones que simplemente apoya la opresión, la violencia y la continuidad del mismo mundo injusto en que se vive.

Aunque finge en algún momento ir en contra de las verdades únicas, se maneja desde ellas ya que las mismas no son sino una imposición de la globalización neoliberal, que ha internalizado e incorporado a su discurso, que carece de dimensión dialéctica, de intención revolucionaria, o tan siquiera de un mínimo de empatía por los oprimidos.

Para terminar voy a citar la frase del poeta alemán Friedrich Schiller popularizada por el escritor estadounidense Isaac Asimov: “contra la estupidez humana, los propios dioses luchan en vano”.

Guillermo Uria

Parque del Plata, Canelones

21 de diciembre de 2019

1Agenda es un anglicismo en la forma que se lo usa al hablar de “agenda de derechos”. La palabra existe en castellano pero en tanto: 1. Libro, cuaderno o dispositivo electrónico en que se apunta, para no olvidarlo, aquello que se ha de hacer. 2. Relación de los temas que han de tratarse en una junta. 3. Relación ordenada de asuntos, compromisos o quehaceres de una persona en un período.

Debería hablarse de un “programa de derechos” o de las “reclamaciones de derechos” u otras expresiones similares.

¿Autocrítica?

La autocrítica se hizo famosa cómo una práctica íntimamente asociada al estalinismo.
Y acá antes de seguir hay que diferenciar dos cosas: una cosa es el estalinismo y otra cosa Iosif Stalin. Stalin realizó aportes positivos a la historia humana, como comprender que en los años 20 había que desarrollar el socialismo en un sólo país, y cómo conducir la derrota militar del fascismo en la Segunda Guerra Mundial.
Pero fuera de eso hizo muchísimas cosas negativas, entre las cuáles especialmente se destaca la persecución de camaradas comunistas, que en su momento cuestionó Nikita Jruschev, por lo cuál criticar las violaciones de los DDHH en el estalinismo no es anticomunismo, sino una clara reivindicación de lo mejor del comunismo, que supo identificar y denunciar sus propios errores.
Pero eso, discutir abiertamente los errores, es una cosa. Y autocrítica es tristemente otra cosa.
La autocrítica era la práctica que las autoridades estalinistas aplicaban a militantes comunistas, tanto encumbrados como de base, que se veían obligados a denunciar sus propios -reales o ficticios- errores, ya que de lo contrario sus vidas y la de sus seres queridos correrían peligro. O sea, la autocrítica era una práctica aberrante, repugnante y contraria a todo lo que cualquier comunista debería considerar su forma de actuar.
Por eso yo me opongo rotundamente a los que dicen que el Frente Amplio debe hacer AUTOCRÍTICA.
Lo que debe hacer es analizar y discutir sus errores. Determinar responsables si hubiera, y decidir acciones que apunten a corregir todo eso.
Pero de autocrítica, nada. De obligar a compañeros a decir, lo crean o no, en qué cosa ellos mismos estuvieron mal, menos aún.
Cuando la gente hace algo, lo hace usualmente creyendo que actúa bien. Luego uno puede ver que erró. Pero es muy distinto de ese ritual laico de la autocrítica, que ocupa en buena medida el nefasto lugar de la confesión de los cristianos, otra práctica repugnante.
Así que invito a todos a olvidar la autocrítica, y conversar abiertamente de errores.
Sin persecusión alguna y en un clima cordial y de respeto.

¿Unidad, anti imperialismo u obediencia debida?

El día martes 13 de noviembre pudimos leer en varios órganos de prensa -los enlaces se hallan al pie de este artículo- la información sobre la autorización para que tropas de EUA actúen en suelo uruguayo con ocasión de la realización de una reunión del G20 en Buenos Aires. No voy a abundar en la inconveniencia de autorizar una presencia de tropas extranjeras por un acontecimiento que ocurrirá fuera de nuestras fronteras, ni tampoco en marcar el prontuario que hace de EUA y de su actual gobierno especialmente, una visita indeseable.
Voy a considerar que en el Senado, el Secretario General del Partido Comunista de Uruguay, Juan Castillo, votase afirmativamente la autorización.
Pero ubiquemos las piezas en sus justos lugares del tablero.
Ante la solicitud del Poder Ejecutivo de esta autorización, -solicitud que algunos incluyendo al presidente Vázquez dicen que es ineludible, y otros como un legislador del MPP dicen algo así como que si llegase a ocurrir alguna desgracia en la cumbre en Buenos Aires tomarían represalias contra nosotros, y que por eso hay que aprobarla- se procedió al trámite parlamentario. Cómo parte del mismo, la bancada del Frente Amplio votó que el tema era un asunto político, y que por lo tanto todos los legisladores estaban obligados a votarlo.
Tras este acontecimiento, en la sesión del Senado, la senadora Moreira y el senador Castillo manifestaron claramente su oposición a la asistencia al ejército de EUA y su rechazo al G20. Sin embargo, acatando la disciplina partidaria ambos votaron afirmativamente el proyecto.
Pues bien, lo primero que debe considerar es, ¿es este proyecto algo que merezca ser tratado de ese modo? ¿Realmente es un asunto político tal que no se puede aceptar divergencia alguna?
Comparemos esta autorización con la discusión que en su momento tuvo la ley de Aborto, durante la primer presidencia de Vázquez. En aquél momento no hubo empacho en permitir que algunos legisladores votasen en contra, e incluso en aceptar que el presidente la vetase luego. ¿Es realmente más importante la entrada de tropas para el G20 que establecer que la decisión sobre la continuidad o no de un embarazo debe asignarse a la gestante?
No lo creo.
La ley de aborto ha tenido grandes consecuencias, desde su aprobación durante la presidencia de Mujica, en el sentido de otorgar el derecho de decisión a las mujeres -incluso con las tutelas y limitaciones de la ley- y ha ayudado a que la mortalidad por abortos clandestinos sea un recuerdo del pasado.
Y en esta ley, crucial por su establecimiento de los Derechos Humanos de las gestantes, crucial por su incidencia en la Salud Pública y crucial por ser un reclamo de muchas organizaciones populares durante décadas, se aprobó sin que se forzase a ningún legislador frenteamplista a votar contra su conciencia.
Ahora, lo que se hace es forzar tal voto… para autorizar que 400 efectivos de EUA estén en Uruguay. Y tengamos en claro que lo más probable es que en la cumbre no ocurrirá nada alarmante, a nivel de seguridad para sus asistentes. Lo alarmante posiblemente sean sus decisiones contrarias a los intereses concretos de los pueblos del mundo.
Así que para una autorización a un contingente que no es relevante, para una reunión nefasta… ahí sí. Ahí se fuerza a los legisladores a votar contra sus convicciones.
Porque no dudo ni por un momento de Moreira y Castillo se sintieron muy dolidos de actuar en contra de su entendimiento y sensibilidad.
Ahora bien, en el caso de Juan Castillo, ¿debía él aceptar tal imposición?
Juan Castillo no sólo en un senador, es Secretario General del Partido Comunista de Uruguay, una organización marxista leninista, digamoslo claramente por si alguien no estaba atento o informado. Cómo tal es su deber militante manifestar su oposición y hacer su máximo esfuerzo para que tal oposición se concrete en hechos.
Por lo tanto no parece aceptable que aceptase votar la aceptación de las tropas por causa del G20. Cómo dijimos, tal autorización es de menor enjundia que otros temas en los que hubo libertad en la bancada. Por lo tanto no es de recibo la imposición de presidencia y del MPP de que se aprobase por todos los legisladores. Castillo debió de protestar airadamente tal imposición y votar en contra.
Pero tratemos de entender las causas por las que aceptó la imposición de una peculiar «obediencia debida». Para los comunistas la unidad frenteamplista es una clave estratégica central en el proceso de profundización democrática. ¿La divergencia en este punto hubiese podido atentar contra dicha unidad? Sin lugar a dudas la respuesta es un rotundo NO.
Puede conjeturarse que en un entorno regional adverso para las fuerzas progresistas, populares y de izquierda, alguien pudiese pensar que era necesario mostrar un bloque monolítico. ¿Resulta tal suposición acertada? Tampoco. Las acciones de las derechas regionales han tenido más que nada un proceder que apunta a la judicalización de la política, con denuncias fundadas e infundadas al respecto de sucesos de real o imaginada corrupción. La cura contra ello no es un bloque monolítico, sino el expulsar prontamente a los corruptos del propio seno de nuestra coalición-movimiento.
Así que Castillo bien podía haber cumplido con el mandato auténtico, de imprescindible coherencia, cómo era votar en contra del permiso de entrada. ¿Qué es lo peor que hubiera ocurrido? Que la ley se habría aprobado igual y que a él lo sancionaría el Tribunal de Conducta interno del Frente Amplio.
Pero si por alguna razón no se quería llegar a tal instancia, podía retirarse de sala -cómo en algún momento supo hacer su predecesor Eduardo Lorier- o incluso dejar el lugar a su suplente para evitar la ignominia de que sea el Secretario General quién votó tal autorización.
Una vez más, Castillo muestra que la investidura política en la que se encuentra le queda muy grande, y que no tiene la capacidad para llevar adelante el rol histórico que la hora demanda.


Enlaces a notas de prensa

 

El transporte del futuro

En días pasados se publicó en la prensa* una entrevista al presidente de la empresa privada de transporte CUTCSA en la cuál entre otras cosas se plantea que la venta de boletos de ómnibus ha descendido. Sin embargo no se trata, como en el año 2002, de un descenso en las ventas por una crisis económica que impulsa a la gente a no viajar o a hacerlo a pié o en bicicleta. Salgado habla de «nuevos hábitos».
Lo que él sostiene es que habiendo dos causas principales por las cuáles las personas toman ómnibus, ir a trabajar o ir a estudiar, las nuevas realidades laborales, con teletrabajo incluido, y las nuevas formas de estudio que incluyen clases a distancia habrían hecho bajar las ventas. Ambos fenómenos que habrán de sostenerse en el tiempo.
Ignoro si existen cifras bien calculadas que nos digan cuántos uruguayos teletrabajan y cuántos teleestudian. Pero por todo lo que he podido conversar en ninguno de ambos casos se trata de una cifra tan grande como para causar una conmoción en la venta de boletos.
Sin embargo coincido en que existe un fenómeno reciente que cambia las estructuras del transporte, y que no parece que en el corto y mediano plazo vaya a cambiar. La posesión de automóviles particulares, y también de motocicletas, ha crecido notoriamente, implicando que un sector de la población abandone el ómnibus.
Nótese que aquellos que compran un auto, o un segundo auto, no sólo son gente que hará un par de viajes diarios menos. Se trata de las personas con un mayor poder adquisitivo, por lo que antes solían hacer muchas veces varios viajes por día, o viajes por distancias que un trabajador menos opulento pensaría dos veces antes de hacer pagando un boleto.
Por todo ello no puedo sino concluir que es cierto que hay cambios que acorralan la economía de las empresas de ómnibus. Pero llama la atención que no se apunte al problema real. Y el problema real es la posesión innecesaria de autos privados.
Hay gente que necesita indudablemente un auto. Hay personas que los necesitan por su trabajo, como médicos, vendedores, o técnicos de reparaciones. Pero la inmensa mayoría de la gente compra un auto no por una necesidad patente, sino por un ansia de goce hedonista, exhibicionismo y demarcación de una cierta posición social. Porque en nuestra sociedad un auto aún es un demarcador de estatus, aunque ha cambiado y ahora la sutileza de marcas y antigüedades también pesa.
En el caso de las motos no se trata tanto de una exhibición, sino de una forma de ahorro -de tiempo y dinero con respecto al gasto en ómnibus- así cómo una forma de potenciar opciones laborales y otro tipo de estatus en lo que refiere a la población juvenil.
En ambos casos, la necesidad concreta de transporte puede resolverse sea en la forma del transporte altamente privado -motos y autos- o en la del transporte colectivo, que en Uruguay es tristemente privado.
Por eso, y considerando que el transporte colectivo resulta siempre más conveniente -mayor racionalidad en el gasto de combustible fósil, menor desgaste de las vías de circulación, menor cantidad de accidentes por mayor profesionalidad de los conductores, etcétera- no puedo sino concluir que una medida inteligente sería restringir el acceso a los autos y motos privados.
La medida, sin embargo, no creo que vaya a ser tomada. Quién la implementase chocaría con muchos intereses creados, de automotoras, de talleristas, de los sacrosantos importadores (de autos o de piezas). Reduciría los ingresos por patente de rodados de las intendencias y de las empresas aseguradoras.
Por todo esto el presidente de CUTCSA no se animó a declarar la auténtica causa de la baja en la venta de boletos. Baja que continuará unida a un proceso que determina mayores costos en el mantenimiento de las calles, mayores costos de atención de salud por accidentes, mayores costos financieros y endeudamiento popular, mayor contaminación -reconozco que ésta podría próximamente reducirse mucho con los vehículos eléctricos que tímidamente asoman- y la reafirmación de una estructura de clases que premia la desigualdad.
Sin embargo, los que somos partícipes del esfuerzo por una sociedad y un mundo mejor, deberíamos reclamar la absoluta limitación en el acceso a los autos y motos, con regulación incluso sobre un permiso limitado de circulación, y un registro general de todo vehículo, responsabilizando al propietario de su no cambiarlo en plazos innecesarios. Ello podría permitir un mejor funcionamiento del transporte colectivo.
Claro que también en éste habría que buscar cambios. Que las empresas de transporte se fusionen en una única empresa monopólica por ciudad, que dicha empresa sea estatal -desde una articulación nacional o departamental según el caso-, que exista un contralor de la calidad del servicio y no sólo de las frecuencias y seguridad de las unidades, y gradual pero firmemente sustituir todas las unidades a combustible fósil por otras eléctricas, y aún posteriormente eliminar los conductores llegando a unidades de conducción automatizada.
Claro, eso implica pensar a 20 o 40 años.
Pero pensar de otro modo sólo conduce al abismo. Que es lo que el capitalismo siempre hace.

* https://www.republica.com.uy/salgado-se-ha-tocado-piso-en-la-venta-de-boletos-pero-cutcsa-tiene-esperanzas-en-lo-que-hace-id683404/

Acerca de algunas injusticias

Si no recuerdo mal fue el el otoño de 2005, a poco de comenzado el primer gobierno
frenteamplista, que estalló la prensa derechista vociferando el horrible abuso cometido por Nicolini.
Nicolini había sido electo primero diputado años atrás, por la 2121, y no habiendo entendido
bien cómo se cursaba una denuncia parlamentaria, lo dejaron colgado del pincel haciendo un
papelón. Años después reapareció en el MPP.
Y tuvo la desgracia de tener un contratiempo de salud. Pero como Nicolini era consecuente en
sus convicciones al respecto de la salud… se atendía en Salud Pública. Mientras estaba internado, el
personal del Pasteur le preguntó a su hijo, un adulto jóven, los datos de su padre y por dónde se
atendía, y éste dijo que se atendía en ASSE. Pero… no dijo que era diputado.
Yo no conozco al hijo de Nicolini, pero gente de mi confianza lo conoce y me dijeron que
seguramente en la aprensión del momento, no se dió cuenta de lo que hacía.
Lo cierto es que antes de que Nicolini padre fuera dado de alta, ya habían grandes titulares,
reclamando corrupción, y todos los males del universo. Nicolini fue separado de su banca por el
MPP hasta que se aclarase el asunto, cosa que ocurrió en los últimos años de ese primer gobierno,
resultando en su inocencia.
En aquél entonces el Frente Actuó BIEN.
Y actuó bien, siendo dolorosamente injusto con un hombre enfermo, y con su hijo sobrepasado
por las circunstancias.
Pero sucede que aunque le pese a los fanáticos del capitán Kirk, los seguidores de Spock
tenemos la certeza de que «el bien de muchos está por encima del bien de pocos».
Cuando se es parte de una fuerza política en la que está la izquierda, no basta ser honesto. Ni
con parecerlo.
Hay que demostrarlo más de una vez.
Mucha agua corrió luego, y Fernando Lorenzo tuvo que soportar el castigo que debió haber
sido de otro. Y también lo que hizo Lorenzo estuvo bien.
Pero llegó Raulito… y ahí la actual vicepresidenta perjuró haber visto el papelito. Y le dieron
largas y largas al asunto. ¿Todo para qué?
¿Me van a decir que Mujica y Vázquez no sabían que Sendic es nulo políticamente? ¿Tan
chochos estaban ya como para no comprender que emperrándose en crear un sucesor imaginario no
observaban que habían mucho mejores candidatos en más de un lugar del Frente? ¿El miedo a lo
que pasaba en Argentina y Brasil los dominó?
Sea lo que sea, no se puede hacer política con miedo. O como dicen en cualquier barrio, no se
hace política cuidándose el culo.
Ni tampoco se puede hacer política del más alto nivel cuando uno ya no está totalmente lúcido.
Tal vez se pueda tener un puesto de asesor, y sin duda puestos honoríficos. Pero no ser presidente.
Ni vice.
Ni tampoco se puede admitir que el ex presidente y el actual ignorasen que la 711 fue creada,
entre otras cosas, mediante presionar a gente para que militara… ya que de lo contrario no iba a
hacer carrera, porque Raulito los sacaba de dónde estaban.
Cosa que es de auténtico hijo de mala entraña. Y personas de mi confianza me contaron que
directamente les pasó.
Así que, ahora, lo único que se puede hacer es RECLAMAR que el señor Sendic se dedique a
estudiar Medicina, vender tortafritas, trabajar la tierra, o incluso tirarse a mirar, como el Cocochito
de la canción, ver el pasto crecer.
Pero que de ningún modo se le admita nuevamente como candidato.

Y que de aquí en más, a la mínima sospecha fundada -no culpabilidad- los jerarcas
frenteamplistas pongan su cargo, banca o lo que sea a entera disposición, y den un paso al costado.
Porque si no es así, a Nicolini le estamos haciendo ahora una injusticia aún mucho mayor que
aquellas que antes le ocurrieron.

El final de una etapa o la etapa de un final

En el 2002 la economía del Uruguay fue destruida. Después de eso, el gobierno aplicó recetas restrictivas que mantuvieron el ojo en los números fiscales, dejando librada a la gente a su suerte. Tal cosa es lo que pretende la teoría liberal y la teoría neo liberal del Estado.
Luego ganó el Frente Amplio.
Y comenzó a intervenir -tímidamente- en lo económico. E inyectó dinero en las familias. Y favoreció proyectos de inversión -el gobierno anterior sólo había logrado la reapertura del hipódromo de Maroñas y la instalación de muchas salas de timba. Y el Uruguay, en una coyuntura favorable, remontó.
Es claro que después de la destrucción, era necesaria una etapa neo desarrollista. El desarrollismo es la suposición de que los males de un país se deben a su «subdesarrollo», como si el mismo fuese una tara local, que nos sostiene en la infantilidad, y nos impide gozar de los bienes del mundo «desarrollado». La metáfora con el crecimiento humano es muy sugerente y efectivamente seduce.
Pero lo cierto es que no existe tal cosa como países desarrollados y subdesarrollados. Lo que existe son países subdesarrolladores.
Países que se encargan de que otros sean sólo productores de materias primas, países que hacen que otros sean perennemente tributarios de su ciencia y tecnología, países que hacen que otros menosprecien su cultura y valoren sólo la ajena.
Y no lo hacen porque sean malvados: lo hacen porque así obtienen mayor ganancia.
Pero lo cierto es que cuando uno tiene la economía destruida, incluso acceder a ese estatus de «desarrollar el subdesarrollo» es importante. Así fue muy importante la construcción de las pasteras, y de la infraestructura del puerto para contenedores, y hubiera sido magnífico que se instalara la minera Aratirí -estropeando el 0,5% de la superficie del Uruguay-, y hasta que hallaran petróleo. Todas actividades que tienen que ver con ocupar el modesto lugar de país subdesarrollado del que se dice está en «vías de desarrollo». Que viene a ser como un niño que hace los deberes.
¿Porqué es eso importante?
Porque lograr esa inserción en el mercado mundial en situación de dependencia generó los dineros para poder atender la emergencia social reduciendo la indigencia. Porque permitió mejorar la salud pública. Permitió tímidamente mejorar la enseñanza. Permitió mejorar los sueldos de los trabajadores públicos, que pasaron de una indigna miseria a cifras bajas pero que permiten vivir. Permitió los fondos concursables en cultura. Mejorar la UdelaR. Completar el SODRE. Etcétera.
Era totalmente necesaria una década de tal talante.
Estos últimos años del tercer gobierno, por el contrario, son innecesarios.
Este Poder Ejecutivo, traicionando la historia del Frente Amplio y las concepciones auténticamente populares, se ha abocado a sanear los números -cosa que se debe a desprolijidades en el manejo del gobierno durante la presidencia de Mujica- y en lugar de hacerlo mientras al mismo tiempo comienza a profundizar las relaciones democráticas a lo largo y ancho de la sociedad, mientras comienza a brindar más poder a los trabajadores, grupos locales y grupos de interés… no. Lo que hizo fue ordenar los números poniendo un énfasis en los aspectos fiscales. ¡Caramba justo como los gobiernos neoliberales!
Y eso es así porque la ideología dominante nos ha penetrado hasta el corazón mismo del Frente Amplio.
Algunos creen que estar mejor es disponer de más bienes, de más viajes, de más dinero para salir. Discrepo. Estar mejor es hacerse con el poder de decidir por sí, incluso cuando se dispusiera de iguales o menos bienes, incluso con iguales o menos viajes, incluso con igual o menos dinero para salir. Lo importante es hacerse cargo del curso de la propia vida, entendiendo que esta es algo más que comprar y comprar.
Era previsible que al lograrse una reiterada supremacía electoral del Frente Amplio lo que ocurriría es que las clases dominantes lo infiltrarían. Y fíjense que bien que lo logran: el ex vicepresidente y actual canciller está casado con la séptima persona más rica de este país. El presidente es un empresario médico. El ex ministro (reciente) de Ganadería y Agricultura es un gran productor arrocero. El ex prosecretario y subsecretario del interior -hermano del presidente- es empresario en seguridad. Etcétera.
Todos prendidos a las formas de entender y obtener ganancias dentro del capitalismo. ¡Es el sueño de aquél reportaje de Mujica que reclamaba un capitalismo bueno!
Pues bien, no hay capitalismo bueno.
El capitalismo siempre es sufrimiento y destrucción. La unidad de medida del capitalismo no es nuestro país. Supone siempre -en este estadio de su desarrollo- un sistema en el que un país central (que es el centro de un sistema imperialista) está rodeado por varios países periféricos, en algunos de los cuáles puede haber algo de «orden y progreso», y en otros de los cuáles hay constantes guerras fratricidas. Todos integramos una unidad en ese sistema.
Una vez cumplida la etapa neo desarrollista, hay que moverse hacia adelante. Hay que girar a la izquierda. Hay que avanzar a una etapa democrática avanzada.
Para eso hay que pensar bien en qué candidato presidencial queremos.
Yo digo que el FA no debe tener un candidato empresario. Ni debe tener un candidato tecnócrata.
El candidato debe ser un trabajador.
Y la línea debe centrarse en la transformación política del Uruguay en un estado en el que se comience por dejar atrás la funesta constitución del 67, creada por los partidos tradicionales.

¿Aprenderemos alguna vez?

Hace pocas semanas trascendió el caso de un estudiante escolar que habiendo sido reprobado por sus docentes, fue luego aprobado por el juez. Esto ocurrió porque los padres del infante recurrieron la desición docente ante la justicia, basándose no tengo idea en qué aspecto legal. Tampoco va a la raíz de lo que aquí intento plantear, así que no me preocupé por ahondar el tema.
Dejando de lado el aspecto jurídico aparece un primer tema: la agresión contra la educación llega ahora a establecer un poder jurisdiccional sobre la desición técnica del docente. Sin duda es algo grave, y sin duda debe ser reclamado, como ya lo está siendo.
Pero yo quiero observar otra cosa.
Esto ocurre en un colegio privado, el Santa María. Que si no ha cambiado mucho, no es ni de los más caros ni de los más baratos. Pero es en cualquier caso un colegio pago al que acceden jóvenes hijos de padres de capas medias, profesionales, pequeños comerciantes y apenas más. Hace años que no tengo contacto con la institución, por lo que esta información puede estar errada.
Pero en cualquier caso lo siguiente se sostiene.
Este problema nunca habría ocurrido en una escuela pública.
La realidad es que en la escuela pública van los hijos de los trabajadores, los hijos de los lúmpenes, y en raras ocasiones los hijos de profesionales o comerciantes de bajo nivel de ingresos. Esta gente no tiene un dinero de sobra para pagar a un abogado -la justicia es muy cara en Uruguay, y eso debería ser asunto de otra nota-, a fin de que un juez haga o no pasar de año a su hijo.
¿Porqué las capas medias llegan a hacer que un juez apruebe a su hijo, esto es, contratan a un abogado, pagan timbres y sellados judiciales, dejan de atender otras actividades para ir a un juzgado, etcétera?
Lo llegan a hacer porque creen que como pagan todos los meses la educación de su hijo, merecen que su hijo sea aprobado.
La sencilla razón de la cosa, es que la conversión de la educación -que es económicamente un servicio, pero sobre todo es un Derecho Humano y una obligación del Estado- en Mercancía se está completando aceleradamente.
Tal conversión que corresponde al fenómeno llamado Fetichismo de la Mercancía, ha hecho ya que las invenciones sean mercancía, que el arte sea mercancía, que hasta las secuencias genéticas sean mercancía.
Esto no es una aberración que puede ser resuelta dentro del sistema en que nos hallamos.
Esto es la lógica correcta de desarrollo del capitalismo.
Sólo puede ser superada mediante la destrucción del capitalismo. El capitalismo no puede ser atemperado.
Y tal destrucción procede necesariamente de que los trabajadores tomen el control político del Estado, y desde ahí tomen la propiedad de los medios de producción, expropiando a los burgueses locales y a las multinacionales.
Pero parece que nos estamos olvidando de llamar a las cosas por su nombre. Parece que si uno declara qué es lo que ocurre y cómo enfrentarlo hace trizas la unidad. Para nada.
Si queremos la Unidad, y si estamos dispuestos a transar en programas de gobierno reformistas, es sólo para producir una acumulación de fuerzas que permita profundizar la democracia de cara a llegar a superiores realizaciones políticas.
¿La estamos profundizando?
La unidad de medida es el avance o no en el tema de la Reforma Constitucional. Que otra vez, por tercer período, se durmió.
Así que ahora lo que estamos haciendo es siendo los cretinos útiles de los socialdemócratas.
El camino es claro. Ahora hay que ver si quienes tienen responsabilidad de conducción realmente quieren recorrerlo.

Es la última advertencia.

O reprobamos todos.

Doble decálogo más dos

Uno puede usar un código para tener una lista de conductas a seguir -por uno y los demás- y así poder señalar con el dedo a quién no lo cumple, o sentir que uno se halla en una terrible falta que hará que arda en el infierno o se reencarne en un escarabajo bostero. Sin embargo un código también puede ser entendido de otro modo.
Se lo puede tomar como una lista de acciones que si fueran llevadas adelante por todos harían del mundo un mejor lugar. Y eso no implicaría que si se hace otra cosa vaya a recibirse castigo alguno, real o imaginario, sino sólo que nuestra conducta puede mejorar.
Así que sin intención de ser exhaustivo, aquí va una lista de comportamientos valiosos. Como se verá, implica vivir de un modo muy otro que el que las clases dominantes preconizan.

  1. No tendré cosas que no necesito.
  2. Siempre que sea posible no compraré cosas.
  3. Cuando adquiera una cosa no pensaré en marcas ni en modas, sino en los componentes de lo que adquiero, su uso, y su reusabilidad.
  4. Reutilizaré hasta el último límite lo que tengo.
  5. Siempre que sea posible tomaré lo que hay en la basura de otros y lo recuperaré para el uso que sea adecuado.
  6. Cuando deba deshacerme de algo me preocuparé porque el no contamine, o lo haga lo menos posible, y que no lastime a nadie.
  7. Comeré alimentos frescos en la medida de mis posibilidades.
  8. No utilizaré ingenios para calefaccionar o refrigerar, excepto en caso de extrema necesidad.
  9. Siempre que pueda caminaré o me moveré en bicicleta.
  10. No tendré vehículos de transporte privados, salvo necesidad laboral, de salud o por vivir en zonas muy aisladas.
  11. En caso de tener vehiculos privados preferiré los eléctricos a los que queman combustible fósil.
  12. Usaré el transporte público.
  13. No tomaré prisas, armaré mi día de forma que no corra y no haga correr a los demás. Lo que no se haga hoy, se hará otro día.
  14. Trabajaré justo lo necesario para tener lo que necesito. El tiempo que gano lo utilizaré en actividades que sean beneficiosas directa o indirectamente para la comunidad.
  15. Siempre que necestite cosas tales cómo ropa, muebles, electrodomésticos, intentaré primero conseguirlos de segunda mano.
  16. No aceptaré trabajos que no hubiera realizado de buen gusto si tuviera que hacerlos gratis.
  17. Siempre presumiré que los demás actúan de buena fe hasta que se demuestre lo contrario. E incluso cuando sepa que no tienen buena fe el tono de mis palabras seguirá siendo el mismo, aun cuando deba decir el más contundente de los no, o expulsar a los mercaderes del templo.
  18. Nunca poseeré persona alguna. Ni en forma legal, ni mediante chantaje emocional.
  19. No contraeré matrimonio, ni participaré en instituciones que subordinan a las personas a los bienes.
  20. Siempre que me relacione con otras personas seré claro en mis intenciones.
  21. La comodidad no será nunca un criterio relevante
  22. La vida no tiene sentido, finalidad, ni significado. Eso nos libera y nos permite inventarle uno. Somos los dioses.

El fin determina los medios

Varias veces me han leído decir que el fin no justifica los medios, sino que el fin determina los medios. Y suele ocurrir que la gente se enoja, tal vez no entendiendo bien a qué voy.
Cuando alguien dice que el fin justifica los medios está diciendo que cualquier medio elegible para cumplir un cierto fin es aceptable, y que por lo tanto uno puede tomar acciones que en principio resultarían reprobables para lograr algo que es planteado como un fin deseable.
Esto implica una visión de la conducta humana entendida como teleológica, esto es, como algo que se desarrolla persiguiendo una finalidad.
Los que no aman esta postura objetan que una acción reprobable no dejará de serlo por la santificación del fin elegido. Ellos ven a la conducta humana como algo que se desarrolla a partir del cumplimiento de ciertas normas, con cierto cumplimiento del bien.
Digo que ambos se equivocan.
La naturaleza no es teleológica. El mundo no marcha hacia un final planeado, las aves no tienen alas para volar, sino que vuelan porque tienen alas. No hay un designio, ni un plan, ni una enseñanza subyacente en todo.
Pero eso no significa que nosotros no podamos legítimamente tener nuestros designios, nuestros planes y que hagamos nuestros aprendizajes.
Así que en un mundo que carece de sentido, finalidad y significado, nosotros vivimos en función de crear sentidos, fines y significados. Ese crear modelos explicativos es buena parte de ser humano.
Así que no podemos escapar a que muchas de las acciones humanas persiguen una teleología, pero no debemos olvidar que toda teleología es contingente -o sea no hay una ley natural que determine que necesariamente ha de ser así. Así que cuando pretendemos justificar teleológicamente las acciones, estamos elevando lo que puede o no ser -nuestra finalidad- al impropio rango de criterio regidor según el que todo se mide.
Pero por la misma razón, que no hay un sentido en las cosas en sí, toda determinación de lo bueno y lo malo será también contingente. Nosotros creemos que realizar un sacrificio humano en un rito es algo malo. Pero han habido pueblos, y algunos de ellos están en la génesis de nuestra cultura, que los practicaron, creyendo eran algo bueno. ¿Podemos establecer nuestro bien sobre el de ellos? ¿No hacerlo no nos conduce a un relativismo inaceptable y de terribles consecuencias?
Pues bien… no podemos establecer nuestro bien sobre el de ellos. Pero tampoco deseamos un relativismo inmovilizante. O que contribuya a una sociedad que no será un lugar para todos, sino un lugar para que cada uno abuse de los demás según su parecer, cuando le parezca.
Entonces yo entiendo que lo correcto se basa en entender las acciones humanas a partir de una comprensión de que las mismas son decididas según modelos ideológicos, más o menos comunes a grupos humanos. Esto es, nadie tiene una comprensión absolutamente personal del bien y del mal, pero tampoco nadie tiene una comprensión exacta a la de otros. Y por otro lado, ya que tomo ideología en el sentido marxista de «falsa conciencia», toda comprensión del bien y del mal tiene como contra cara que naturaliza explicaciones contingentes como si fuesen necesarias.
Es porque para funcionar los grupos humanos necesitan certezas sobre la actuación del otro.
Pero ello nos permite entender que no se trata de un «bien y mal» inmutable, sino que con un conocimiento cierto de su naturaleza, podemos actuar para cambiar las definiciones socialmente aceptadas. Eso sólo puede lograrse en la medida de que no sean personas aisladas, sino grupos los que se hagan un propósito -político- de modificar la forma en que las sociedades funcionan, lo que implica naturalmente su cambio ético.
Ahora bien, una vez que hemos acometido el esfuerzo por transformar la sociedad -y muchos estamos en ese intento-, surge el tema de que las resistencias al cambio son realmente muy fuertes. Puede uno entonces, teniendo un conocimiento cierto, dialéctico, de lo real entender los obstáculos y los caminos -cuando haya más de uno- para llegar al fin propuesto.
Y aquí surge que una vez propuesto un fin, los caminos no son indiferentes a él.
Porque el fin está imbuido para su justificación de ciertas cualidades que se le asignan. Entonces no serán aceptables para su cumplimiento medios que pongan luego en riesgo a la finalidad planteada.
Si hacemos y pedimos a los otros esfuerzos para cambiar, no podemos olvidar que ese esfuerzo está siendo «seducido» por la finalidad planteada. No por los medios que se utilizan. (Y en el caso de que nuestros medios fuesen los seductores, estamos engañando con respecto a nuestros fines. Tal y cómo entiendo una sociedad mejor, jamás puede lograrse si la mentira es la norma, y las adhesiones en base a ella por lo tanto no conducirán a destino)
Así que una vez planteado una finalidad aceptable y deseada, si pedimos para su cumplimiento acciones que no son compatibles con la misma, lo que hacemos es estimular conductas que luego de continuarse harán que la finalidad no se de en su plenitud e incluso que fracase.
Por eso los fines determinan los medios. Porque sólo podemos elegir aquellos medios que luego permitirán sostener los fines que se plantearon, y no importa si los medios nos agradan o no, no habrán otros que sirvan en la tarea.
Lo político por encima de lo ético, o dicho de otro modo, la finalidad colectiva que incluye y es determinada por una cierta forma de entender el poder (tema que algún día habrá que desarrollar), es la base no relativa sobre la que se fija cuáles conductas serán buenas o no.